jueves, 17 de febrero de 2011

Aconcagua ( Capitulo 1 )

Arribamos a la Ciudad de Mendoza, Argentina el 20 de Enero del 2011.  El viaje desde México fue largo y con algunos contratiempos. La Migración y La Aduana estadounidense en Miami casi nos hacen perder el vuelo de conexión. El Santiago de Chile fui removido de la terminal, llevado hacia la sección de maniobras en la pista, justo donde revisan el equipaje antes de documentarlo al avión, ahí tuve que responder al interrogatorio de un Policía Nacional y finalmente me confiscaron una docena de cartuchos de Gas Argón (Quickshot) que llevaba para inflar mi chaleco Double Diamond de Klymit, marca que nos patrocinó con equipo de montaña para ponerlo a prueba a más de 6000 m de altura. Aun a pesar de las trabas chilenas, logre introducir a la hermana republica de Argentina, una docena de cartuchos que tenía clavados en otra maleta. Como buen mexicano, me salía con la mía. Ni modo, no voy a negar la cruz de mi parroquia…
Ya en Mendoza la cosa era organizarnos, el Aconcagua es una montaña que se conquista con logística y estrategia.  Había que checar nuestro equipo, ropa, fierros, mochilas, botas, estufas, tanques de combustible, cuerda, mosquetones, arneses, kit de primeros auxilios, comida, dulces, entenderán que la lista es larga y comprende todo tipo de productos para mantenerse vivo y sano. Una vez palomeada la última casilla de nuestro “check list”, era tiempo de relajarnos, vaya de disfrutar de la calma antes de la tormenta. A comer! Ah que delicia la parrilladas argentinas! Tan suculentas que no dejan de impresionar hasta el más exigente de los carnívoros, unos verdaderos banquetes para hombres-lobos; chorizos, tripas, grasa, sangre, carne, musculo, un manjar de vaca muerta!

Después de dos días de gozar de las largas tardes de verano, de las cenas a la media noche y de todo aquello que hace de Argentina un país divino, emprendimos el viaje a Puente de Inca, frontera entre Chile y Argentina, además de ser la puerta al Monte Aconcagua.  Ahí cargamos dos mulas que iban directo al campamento base y nosotros arribaríamos dos días después. La primera jornada fue una caminata de aproximación al campamento Confluencia situado a 3700 metros sobre el nivel del mar. Llegamos ya entrada la tarde, apenas dejamos las cosas en la tienda y justo en ese instante inicio una tormenta de montaña; lluvia, truenos y viento sacudían nuestro refugio. Después de un par de horas, se abrió el cielo y vimos que todo a nuestro alrededor estaba nevado, el sol se ponía bajo un cielo rojo, hermoso; iniciábamos…



A la madrugada siguiente partimos hacia Plaza de Mulas, fue una caminata de 8 horas bajo el cielo andino, valles y picos a nuestros alrededor, los ríos fluían libres y vivos, el sol como una antorcha, aves sobrevolando, el viento susurrando al oído: la música de la montaña se hacía escuchar.
Llegamos a Campamento base al atardecer.  Al llegar  nos dimos cuenta de lo cansados que realmente estábamos. La altura nos hacía efecto, vómito en la tienda, trabajo que hacer cuando uno solo quiere descansar. Bienvenidos a Plaza de Mulas, 4300 metros sobre el nivel del mar!

Plaza de Mulas tiene una especie de alcalde/gurú/pintor/meteorólogo que es el líder de “ la comunidad”, esta consiste en andinistas, trekkers, porters, cocineros, campamenteros, bar tenders, doctores,  limpiadores de escusados, y uno que otro loco. La temporada dura de noviembre a marzo, y los “fijos” se quedan a vivir ahí durante 3-4 meses. Yo estaría ahí por solo dos semanas…

Los días en campamento base son largo y aburridos. No hay mucho que hacer más que ver el firmamento, esconderse del frío, comer, descomer y dormir.  Uno se prepara mentalmente, meditando o rezando, que no es lo mismo pero es igual. Hay que prepararse comiendo abundante y sanamente. Hay que tener paciencia, hay que ser adaptables, tolerables a muchas cosas e incomodidades.  Escalar en alta montaña es un deporte que requiere de una gran resistencia y es un tremendo desgaste físico.  Los andinistas, lejos de simular atletas de alto rendimiento, más bien  parecemos un grupo de vagabundos; sucios, apestosos, barbas largas y dientes amarillos. Los días en campamento base no son largos, son eternos…
De vez en cuando uno se podría conectar al Internet a tarifas que se pagaban en 1994, ósea carísimas! A dólar el minuto! Si había buen clima y los satélites estaban “online”, uno podía escribir mensajes nostálgicos a la novia, palabras de aliento a la madre, frases de cariño a las hermanas, o bien payasadas con los amigos.

Después de 4 días en la montaña, por fin empezaríamos a subir. La estrategia consistía en armar campamento de altura y tener una línea de logística/abastecimiento, es decir, siempre tener por lo menos dos campamentos a donde escapar, uno encima de otro. El primero, sería un campamento con dos tiendas pequeñas en Plaza Canada (5000m), de ahí haríamos un porteo y  subiríamos una tienda de grande de expedición a Nido de Cóndores (5600m), donde estaríamos preparados para sobrevivir durante 5 días antes de que se nos terminaran las provisiones. Una vez ahí decidiríamos si armábamos un pequeño campamento  en Berlin, ya pasados los 6000m de altura.  Ese era el plan que habíamos fabricado, un plan parecido al  llevan muchos otros equipos, sin embargo, nosotros tendríamos flexibilidad para adaptarnos al clima y las condiciones y atacar desde Nido o desde Berlín. El cualquier caso ya no estaríamos regresando a campamento base hasta que esta aventura tuviera un final; el triunfo o el fracaso… y todo lo que está en medio.
Continuara….